Amor a la camiseta

Les dejo una nota que ecribí hace un tiempo y como tenía el blog inactivo no la publiqué antes…

Hace 7 años, cuando llegue a Bolivia desde mi Buenos Aires querido con la chapa de sommelier en la solapa, poco y nada sabía de los vinos bolivianos, así como les pasa a la mayoría de los profesionales del extranjero, y muy grata fue mi sorpresa al encontrarme con productos de gran calidad, que nada tienen que envidiar a los producidos en países vecinos de larga trayectoria y tradición en elaboración de vinos… 

Aunque quizá sí, quizá sería bueno contagiarnos del orgullo y amor que tienen a tan noble bebida. De hecho en Argentina se ha declarado hace muy poco al vino Bebida Nacional. Quizá sería muy bueno tomar este mismo ejemplo de Perú, que agita la bandera del Pisco peruano con el pecho hinchado de orgullo, y nosotros, porque ya me siento una boliviana más, que tenemos un destilado único como el Singani, que no se produce en otro lugar del mundo más que en Bolivia, muchas veces hasta lo desvaloramos.

Mucho podemos seguir hablando de las propiedades y beneficios que otorga la altura al vino nacional, que si son más concentrados los aromas, sabores, colores o el resveratrol, esa sustancia milagrosa que ayuda tanto a la salud como a la belleza.

Sin embargo creo que ya es tiempo de dar un paso más adelante, ya sabemos que contamos con viñedos únicos en el mundo por su condición de estar ubicados todos a más de 1,000 msnm, lo que nos permite denominarlos «Viñedos de Altura», que este factor «Altura» nos proporciona vinos de gran calidad, ya sabemos también que los suelos donde se ubican, especialmente los del Valle Central de Tarija, son de una gran calidad vitícola… creo que ahora nos toca a nosotros apostar y apoyar a la producción nacional, que nuestros vinos no sólo sean disfrutados y valorados en Europa o Estados Unidos, últimos destinos de las exportaciones nacionales, sino que también los incorporemos los bolivianos a nuestra mesa y comencemos ¿por qué no? a crear tradición vitivinícola, a sentir ese “amor a la camiseta”.

Por: Laura Decurnex
Sommelier

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