Cuento corto de Sofía Tempranillo

Estaba a punto de recibirse de sommelier; luego de estudiar cuanta Denominación de Origen se le había cruzado Sofía se disponía a rendir en unos días más su último examen y luego presentar a evaluación su Trabajo Final Integrador, y lo que hiciera falta. Después de todo estaba estancada, en este país mientras no tengas un papel que diga que sos tal o cual cosa es como si no fueras nadie, nadie que merezca la pena ser tenido en cuenta.

Se había pasado las últimas tres semanas diseñando mapas que le ayuden a recordar ubicaciones, ríos, climas, montañas, cepajes permitidos, bodegas más importantes. Además de escribir ficha tras ficha con datos de interés, tipos de elaboración, nombres de personas que marcaron el mundo del vino con cada uno de sus aportes a la industria y mucho más; todo esto mientras se encargaba de los cuidados de su tía Rosa, único pariente vivo de su mamá, a quien hace un año le habían diagnosticado Alzheimer, una enfermedad de mierda.

Sofía había conocido a Carlos en la escuela de sommelleríe, se cruzaban por los pasillos y cada vez que lo veía sentía como se le estrujaba el estómago, no eran mariposas, definitivamente un enjambre de abejas sería una mejor definición. Ella se moría de ganas de invitarlo a tomar unas copas de vino en el nuevo winebar de un conocido que se enfocaba principalmente en la venta de vinos importados; se moría de ganas también de probar cada uno de esos vinos. Aunque tenía la nariz un poco grande en general era una chica atractiva y con mucha personalidad, sabía que no le costaría que Carlos diga que sí, pero también era una chica sin tiempo y sin efectivo. Las horas que dedicaba a trabajar e ir a la escuela de vinos le representaban casi la totalidad de su sueldo pagado a una enfermera que cuidara de Rosa mientras ella no estaba en casa, luego de eso ya solo quedaba para pasajes, supermercados y algunos medicamentos que la obra social no cubría. Por suerte sus compañeros de estudios muy buena onda, y que además desde que se enteraron de su situación le tenían algo de lástima, habían hecho una campaña y conseguido una beca completa de estudios para este último año, sino la sommelleríe hubiera sido un lujo inalcanzable, un sueño trunco.

Sofía se sentía sola, como nunca antes se había sentido. El último año había sido emocional y físicamente agotador, lo gritaban a los cuatro vientos las arrugas que habían aparecido alrededor de sus ojos.

Esa noche llegó a su casa cerca de la medianoche, se acercó a la habitación de Rosa que dormía y despidió a Sandra, la enfermera, hasta el día siguiente. Se sacó los zapatos negros bajos que usaba para estar cómoda durante el servicio en el restaurante en que trabajaba y mientras caminaba descalza hacia la heladera se desabrochó la camisa y se soltó el corpiño, había sido un día agotador. —Gracias a todos los dioses del vino que me quedó una copa de Chardonnay…

Continuará…

Lau Malbec, una sommelier en Bolivia

*Sofía Tempranillo y todos los personajes que aparecen y, ojalá, a futuro aparecerán en sus cuentos son totalmente producto de mi imaginación. Ya les había dicho yo que tengo incontinencia textual. Pues bien, este cuento es producto del mal que me atañe.

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