Hola, ¿cómo están? Continuamos con el post de la semana pasada, en esta ocasión nos vamos a centrar más en el vino. En el post anterior vimos la definición de valor y precio, pero nos falta ver como se genera este valor en un vino.
El valor del vino

Si utilizamos el concepto de que el valor de algo dependa del trabajo necesario para producirlo, los vinos más valiosos serían aquellos elaborados de viñedos en pendientes extremas, rendimientos bajísimos y un trabajo de bodega que pasara por todas las fases imaginables. Es cierto que estos vinos suelen tener precios más altos, pero ¿Por qué dos vinos que posean los mismos costes pueden tener precios muy distintos?
Uno de los factores que cambian el valor es la escasez, independientemente del trabajo y de los costes asociados, un bien escaso es más valioso. Pero trabajo y escasez no son los únicos criterios que definen el valor de un producto, es por eso que en la actualidad se considera que existe un componente psicológico con base en la felicidad y el placer de su consumo.
Fijar el valor de un vino requiere abordarlo desde el mayor número de perspectivas posibles.
Envase, etiqueta, packaging y marca
El envase y la etiqueta son dos de los elementos que ayudan a escoger un vino frente a otro a más del 80% de las personas, sean conscientes o no de haberse fijado en ellos. Por otro lado, la marca va a estar presente en la etiqueta y su percepción va a depender de tres factores:
- ¿Cómo es?
- ¿Cómo se muestra?
- ¿Cómo se la ve?
Claramente, el envase, etiqueta, packaging y marca van a influir en el valor y precio que se le da a un vino. Aunque uno trate de ser lo más objetivo y profesional posible a la hora de catar un vino, somos humanos e inconscientemente siempre elegimos y nos gusta elegir lo que sea mejor y que tenga más reconocimiento, no vamos a tener las mismas expectativas si probamos un vino de una marca que tenga años de trascendencia, sea superexclusivo y de un valor mucho más elevado de lo normal que si tomamos una marca que recién está saliendo al mercado. Por esta razón, si vamos a realizar una cata de diferentes gamas de vino, es mejor realizar una cata a ciegas para no nos sugestionemos de antemano.

(Ejemplo de una de las etiquetas realizadas por la bodega Catena Zapata)
Claro que estos pueden aumentar la expectativa que uno tiene, siendo esto algo bueno si el vino alcanza dicha expectativa o algo malo si pasa lo contrario. En muchos casos el coste de la elaboración de todo el packaging resulta más caro que el propio contenido de la botella.
Creo no ser el único al que le ha pasado beber un vino el cual solo constaba de su botella y una etiqueta no muy elaborada y encontrarme con una gran sorpresa en cuanto a calidad y complejidad y haber bebido un vino el cual incluía un packaging supercompleto y hermoso, con una caja que incluía serigrafia y relieves, pero a la hora de probar el vino no era más que una grande decepción.
La restauración y el target
Otro factor que va a influir en el precio del vino, es donde se lo toma. Se deben haber preguntado por qué sale más caro comprar un vino en un restaurant de lo que sale comprarlo en un supermercado. Acá es donde viene la cuestión del servicio y de lo que nos ofrece la restauración.
Un establecimiento de restauración no solo debe pagar sus insumos gastronómicos, sino que también salarios de empleados, vajilla, infraestructura, la ubicación y todo lo que influye a su servicio y atención al cliente.

No es lo mismo ir a comer a una parrilla argentina de barrio que ir a comer a “La brigada” por dar un ejemplo. Todo influye en la experiencia que recibe el cliente, desde sentarse en una mesa no estable hasta la decoración del lugar.
Los dueños del restaurant deben saber cuál es su target, cuál es la gente acude a su lugar a vivir la experiencia que el restaurant puede brindar. De esta manera debe fijar los precios de su oferta gastronómica en la cual se encuentra el precio del vino, de acuerdo a lo que su clientela está dispuesta y puede pagar. Es poco factible que el cliente que acude a un restaurant más popular pueda pagar el mismo precio que el cliente que frecuenta los lugares más ostentosos y reconocidos que su ciudad ofrece.
Además, los precios de los platos deben tener cierta concordancia el precio de los vinos, por dar un ejemplo, si el plato cuesta 50 y el vino que le ofrecen 150, el vino cuesta 3 veces lo que un plato de comida y seguramente al cliente le resulte irrisorio pagar tal cantidad por solo una botella de vino, cuando con ese dinero podría pagar 3 platos más.
Obviamente que existen los casos excepcionales de clientes que deciden gastar mucho dinero en el establecimiento, pero uno no puede contar con esto como algo que va a pasar siempre, ya que por lo general sucede cada cierto periodo de tiempo.
Al final del día el negocio de la restauración es eso, un negocio, y en todo negocio lo que se busca es generar ganancias, no perder dinero, ya sea por malas decisiones o pretender ser algo que no se es.
Suyay.